Información general sobre los efectos negativos del hombre sobre el planeta.
"El inconsciente no reside solamente en los pacientes burgueses que tan a menudo están ellos mismos comprometidos con la profesión terapéutica. Tampoco está meramente en los sueños o en las relaciones; y difícilmente en las tramas, pequeñas agonías, de la transferencia; ni en el bovarismo de Flaubert, ahora reescrito como psicodinámica del narcisismo. Sofía sufre hoy en nuestras ciudades, en nuestra tecnología, en nuestras instituciones y políticas paranoides, esas superestructuras descaradamente egoístas que perdieron sus raíces elementales con el arché (origen); y Sofía sufre en los patrones de producción, distribución, consumo y desperdicio: en las cosas comunes de la vida ordinaria que nos rodean con sus neuróticos clamores pidiendo atención, sus figuras desmoralizadas y falsas personalidades con tendencia al derrumbe. Lo daimónico vive menos en nuestros sueños y más en nuestros días, en nuestra inercia moral y en nuestro anestesiado agotamiento" (James Hillman)
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miércoles, 23 de mayo de 2007

Islas borradas del mapa

Panapase Nelisoni le incumbe una responsabilidad excepcional. En efecto, pocos funcionarios gubernamentales están encargados de preparar el fin su nación. Es preciso decir que el peligro que se cierne sobre Tuvalu también es excepcional, y quizás no tenga precedentes en la historia de la humanidad. Se trata nada más y nada menos que de la desaparición de un Estado insular a causa de la elevación del nivel del mar. “No podíamos quedarnos cruzados de brazos, sin hacer nada” –me dice Panapase en el pequeño despacho del edificio de una planta que alberga la mayoría de los servicios del Gobierno de Tuvalu. “Hasta la fecha hemos conseguido que Nueva Zelandia acepte acoger a 75 personas cada año”. Según Papanase, no se trata de una “evacuación”, sino más bien de un “plan de inmigración”. Como quiera que sea, los 11.300 habitantes de Tuvalu han empezado a abandonar sus hogares. “No sabemos qué nos va a deparar el futuro”, agrega Papanase. “Corremos el riesgo de perder nuestra cultura e identidad. Tendrá que pasar bastante tiempo para que nuestro pueblo acepte esa pérdida, cuando estemos en otro país”. Al día siguiente, cuando el ocaso alarga las sombras de los cocoteros y pandanus que bordean las orillas del atolón de Funafuti, se empiezan a formar charcas en torno a la pista de aterrizaje del aeropuerto. Por múltiples agujeros pequeños del suelo empieza a manar agua de mar, impulsada desde el centro de la isla por la marea alta. A causa de este fenómeno, la construcción de muros de protección en torno a atolones coralinos como el de Tuvalu carece por completo de sentido, ya que en realidad las inundaciones se deben a la porosidad de las rocas de coral que forman el suelo y se producen a partir del núcleo central de las islas. Cuando baja la marea, en muchas zonas el nivel del agua sigue alcanzando 30 centímetros de altura. Hilia Vavae, veterana meteoróloga de Tuvalu, llega a su oficina chapoteando en los charcos de agua salada que la rodean. “Las inundaciones se han agravado tremendamente”, explica. “En 2003 tuvimos inundaciones durante las mareas altas de noviembre, diciembre, enero, febrero y marzo, mientras que en 1981 – el año en que yo llegué a los servicios de Meteorología Nacional – esto sólo se producía en febrero”. Hay otros fenómenos que atestiguan la elevación del nivel del mar. Las plantaciones de pulaka, un tubérculo comestible de la familia del taro, han padecido las consecuencias de las infiltraciones de agua salada. En algunas explotaciones, tres cuartas partes de la cosecha se han echado a perder, lo que obliga a los isleños a depender de los alimentos importados. Hace ya algunos años, las olas barrieron la superficie de Tepuka Savilivili, una pequeña isla situada en las inmediaciones del atolón de Funafuti, y destruyeron toda su vegetación. Los habitantes de Tuvalu ven en esta destrucción un signo precursor de lo que el destino les depara. A pesar de ello, no faltan escépticos que estiman que son los propios habitantes de Tuvalu los que han cavado su propia fosa. Esas personas señalan que los problemas causados por la erosión y las inundaciones no se deben tanto a la elevación del nivel del mar como a la superpoblación, la explotación de la capa freática y la extracción de arena del fondo del mar. Sin embargo, los habitantes de la isla aducen que la erosión más grave se produce en las zonas despobladas del atolón, es decir lejos de cualquier actividad humana. Las repercusiones de la elevación del nivel de los océanos son ya visibles en las zonas de baja altitud del mundo entero. La vulnerabilidad de los atolones de coral es muy considerable, ya que el promedio de su altura sobre el nivel del mar es de unos 50 centímetros. Según el profesor Patrick Nunn, especialista en ciencias de la tierra y de los océanos de la Universidad del Pacífico Sur con sede en Fidji, el nivel del mar se eleva entre uno y dos milímetros por año. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre los Cambios Climáticos de las Naciones Unidas prevé que en los próximos cien años se registrarán elevaciones de 9 a 88 centímetros. “Muchas regiones costeras bajas van a desaparecer. De aquí a cincuenta años, la configuración geográfica de la región del Pacífico será muy distinta de la actual”, dice Nunn.
Autor: Mark Lynas / De http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=21205&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html

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